jueves, 6 de diciembre de 2012

Pantocrator de San Clemente de Tahull - Celia Garzarán, Sofía Gómez y Maryam Fatahi



EL PANTOCRATOR- SAN CLEMENTE DE TAHULL

En pleno valle pirenaico leridano del Bohí encontramos un pueblecito llamado Tahull, en el cual se erige la famosa Iglesia de San Clemente de Tahull.
La iglesia se llama así en honor a San Clemente, ya que es el patrón de esta localidad.
 Esta construcción religiosa es una de las manifestaciones románicas más importantes de nuestro país, y sus pinturas, junto a las de otras iglesias como la de Santa María de Tahull y San Juan de Bohí forman una de las colecciones de arte románico más importantes de Europa.
El estilo de esta iglesia la sitúa en una modernidad que ya se había extendido por las regiones italianas de Mantua y Verona.

El románico se extendió por  España a principios del siglo XI hasta bien entrado el siglo XII, tomando influencias de las modas que llegaban por Italia y Francia y de la tradición y recursos artísticos antiguos.
La arquitectura románica se dispersó por la mitad norte de España hasta el rio Tajo, durante la época de reconquista y repoblación cristiana bajo el reinado de Alfonso I de Aragón, hecho que benefició su desarrollo.
Primeramente entró por tierras catalanas, dejando sobretodo edificios religiosos, como es el caso de la Iglesia San Clemente de Tahull y otras semejantes.
Las primeras Iglesias románicas construidas en las regiones de Cataluña y Aragón utilizaron características y ornamentación lombarda, introducidas por el abad Oliba, que viajó a Roma donde conoció esta labor constructora a principios del s. XI.
La construcción de San Clemente de Tahull consta de dos etapas, la primera en el s. XI, en la que se realizó la ornamentación, el arranque de la cabecera y parte del muro sur del templo. La obra es finalizada a principios del s. XII y consagrada por el obispo de Barbastro San Ramón de Roda en el 1123.

Esta basílica se erigió utilizando elementos constructivos propios del románico cluniacense y cumplía los tres principios simbólicos:

-Perdurabilidad: Como la religión cristiana era eterna, las iglesias debían ser fuertes, por lo que estaban construidas prácticamente en su totalidad por piedra.
-Tenían que reflejar la teología y la filosofía y favorecer el recogimiento, el rezo y la penitencia. Esto se conseguía mediante la luz tamizada y la austeridad.
-La docencia, es decir, la capacidad de aleccionar y adoctrinar al fiel era el tercero de los símbolos.
Así, en el edificio de San Clemente de Tahull podemos diferenciar dos partes: la exterior y la interior.
La parte exterior se caracteriza por que sus muros no tienen ornamentación alguna, y solo se ven interrumpidos por los vanos de las puertas.
La decoración de los ábsides es lombarda, igual que la de los absidiolos.
A escasos metros del muro sur de la iglesia encontramos la torre del campanario, cuya forma es cuadrangular.
Alta y esbelta, esta torre consta de cinco pisos, y su decoración y número de vanos se repite en sus cuatro caras.
En la parte superior está situada la campana que servía para llamar a los fieles a la oración.

En lo que se refiere al interior de la basílica, podemos destacar que sus dimensiones son reducidas, pero no por ello carece de belleza artística.
Su planta es basilical y cuenta con tres naves. Éstas a su vez se dividen por tres columnas cada una, las cuales están rematadas con ábacos sencillos sobre los cuales se apoyan los arcos.
Los muros no tienen abertura al exterior, siendo los dos únicos vanos las dos puertas y algunos huecos abiertos en la cabecera, formada por el ábside central y dos laterales más pequeños.

El techo adopta la estructura de bóveda de cañón típica del estilo románico.
Como señala el símbolo antes nombrado de la perdurabilidad, el material principal utilizado es la piedra poco trabajada, aunque también se emplea la madera para las estructuras y la techumbre.

La pintura románica es el elemento que completaba el conjunto arquitectónico-escultórico de los templos románicos.
Actualmente se conserva un porcentaje muy escaso de la producción pictórica de la época, ya que con el paso de los siglos, ha ido desapareciendo y dejando cada vez más visibles los muros de piedra en los que figuraban.
Este tipo de pintura tenía un carácter intelectual y se asemejaba a los mosaicos bizantinos.
En ellas predomina el Hieratismo es decir la solemnidad, y se trataba de obras dotadas de ingenuidad y expresividad  acompañadas de simbolismos y alegorías.
Se caracterizaba por su linealismo, que consistía en marcar los contornos de las siluetas, y separar los colores con trazos de color negro. La existencia de una perspectiva mental, ya que carecían de profundidad.
Era una perspectiva inversa, debido a que los objetos convergen hacia el espectador; era también abatida, es decir, con una visión frontal en la que algunos elementos eran vistos desde arriba; y yuxtapuesta: se mezclaban varios puntos de vista de un mismo elemento.
Y el cromatismo plano: obras en las que sólo aparecen colores puros y sin gamas.
Se realizaba pintura mural, que quiere decir que se pintaba directamente sobre los muros utilizando la técnica del fresco que incluía 4 fases diferentes. La primera era la fase de preparación, en la que se aplicaban dos capas: una de enfoscado y otra de enlucido; la fase de imprimación, en la que se alisaban las dos capas anteriores.
El estarcido, durante el cual se trasladaban las líneas fundamentales a la pared soplando polvo de carbón sobre el dibujo agujereado y puesto sobre el muro, y para finalizar, la aplicación del color con una mezcla de cola y huevo para que su fijación fuera mayor, una técnica conocida como ‘Temple’.
La finalidad de estas pinturas era doble, la primera y más importante, era la función didáctica, que enseñaba a los fieles mostrándoles escenas de la Biblia; y la segunda era decorar los interiores de las iglesias oscuras, características del románico.
Básicamente existían tres temas decorativos basados en la religión, el primero eran las manifestaciones de la divinidad, en las que aparecían un Dios Padre,  un Dios Hijo componiendo un Pantócrator, un Dios Espíritu Santo, la Virgen María portando al Niño en brazos, o varios de estos conjuntos.
El segundo eran las testificaciones, ubicadas por debajo de las manifestaciones; y el tercero eran las narraciones, que eran relatos docentes colocados a lo largo de los muros de las iglesias.

Los frescos de Tahull manifiestan la divinidad.
El término Pantocrátor, o ‘todopoderoso’, en la cultura cristiana se utiliza para designar al Dios Padre o a Cristo, y en el arte bizantino y románico se emplea para representar a uno o a otro.
La figura siempre es mayestática (referente a su majestad)  y se muestra con la mano diestra levantada para impartir bendición y con los Evangelios o Sagradas escrituras en la izquierda.
Normalmente se encuentra en las Iglesias románicas en los tímpanos o portadas del exterior, o pintado en el ábside central como es el caso del Pantócrator de San Clemente de Tahull.
Se enmarca en un cerco oval o almendrado llamado mandorla, con cuatro figuras de tetramorfos al rededor que representan a los cuatro evangelistas.
En éste pantocrátor se puede ver a Cristo en el centro de la mandorla con una esfera a sus pies, que podría figurar la Tierra, y con un libro en el que se puede leer ‘EGO SUM LUX MUNDI’ (yo soy la luz del mundo). El fondo de la mandorla tiene tres bandas horizontales y paralelas, una azul, otra ocre, y otra negra.
El rostro de Cristo es simétrico, enmarcado con largos cabellos y se destacan los ojos. Viste una túnica blanca y gris con un manto azul decorado con pedrería, donde también se observa la simetría en los pliegues. A ambos lados, los  símbolos Alfa y Omega, indican el principio y el fin de todo, siendo él el señor del tiempo. Esto muestra el carácter apocalíptico en la escena Apocalipsis 1,8: ‘Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso’.
En el exterior de la mandorla se encuentran los cuatro tetramorfos, en el lado inferior derecho de Cristo,  inscritos en dos círculos un ángel sujetando por una de sus patas a un león, símbolo de San Marcos. En el izquierdo, un ángel sosteniendo la cola de un toro, como San Lucas.
Los otros dos tetramorfos, se sitúan en los espacios triangulares laterales de la mandorla, a la derecha un ángel con el libro del Evangelio que representa a San Mateo y a la izquierda otro ángel que sostiene en brazos el águila de San Juan.
Entre los tetramorfos superiores e inferiores encontramos a cada lado un serafín con tres pares de alas. Sus alas, así como los cuerpos del león y del toro, están cubiertas de ojos, que son símbolo de la revelación divina.
Bajo la cúpula donde se encuentran la mandorla y los tetramorfos se ubica el colegio apostólico, separado por un vano y enmarcados por arcos y columnas, con una franja negra encima con letras blancas. Estas inscripciones hacen referencia a las figuras, de izquierda a derecha, de Santo Tomás, San Bartome, la Virgen María, San Juan Evangelista, San Jaime,  y San Felipe, que apenas se conserva.
Los arcos pintados descansan sobre capiteles de carácter vegetal, mientras que las columnas imitan el mármol con un dibujo ondulado.
También se mantienen restos de pintura mural el resto del ábside central, por ejemplo, en los arcos triunfales, como el Dextera Domini (la mano de Dios) y el Angus Dei (el cordero de Dios).
En este pantocrátor  encontramos tanto colores cálidos, como rojo, amarillo, naranja o tonos tierra, como colores fríos, principalmente verde y azul.
Podemos dividirlos en primarios, los rojos, amarillos y azules, y en secundarios los naranjaso verdes. Cabe destacar que todos ellos son colores vivos y pretenden captar la atención del que visualiza la imagen.
El autor de estas pinturas es desconocido. San Ramón de Roda, obispo que consagró la iglesia, realizó una labor de mecenazgo atrayendo a su diócesis numerosos artistas, impulsando así la decoración pictórica de las iglesias del entorno. Uno de ellos fue el maestro de Tahull, quien se piensa que procedía de Italia ya que conocía los programas compositivos bizantinos.
Sin embargo, esto no se sabe con certeza, ya que hay teorías de que sí era un artesano local.

La hermosa iglesia de San Clemente de Tahull ha tenido gran repercusión, tanto artística y cultural como religiosa.
Prueba de ello es la ermita de Nuestra Señora de Gracia, situada en el Run, una localidad oscense, que cuenta con una torre idéntica a la de Tahull.
Respecto a la valiosa colección de pinturas al fresco que se encontraban en el ábside, es muy importante destacar que a principios del siglo XX ya muchos coleccionistas estadounidenses mostraron interés en adquirirlas. Fue entre los años 1919 y 1923 cuando se comenzó la primera campaña de arranque y traslado de pinturas de los Pirineos al Museo Nacional de Arte de Cataluña.
La técnica de arrancamiento, o strappo, consiste en desprender la capa pictórica sin mortero. Sobre esta superficie se aplican dos capas de tela de algodón con una cola orgánica caliente que, una vez seca, se contrae, permitiendo arrancar la pintura.
Cuando se completaron estos pasos, el conjunto pictórico se enrrolló y se embalaron en cajas de madera, que fueron trasportadas hasta el museo.
Así, actualmente en la iglesia del valle del Bohí hay una réplica bastante fiel a la realidad, aunque sus dimensiones son algo menores a las de las pinturas originales.
A pesar de ello, en los últimos años se ha expresado el deseo de que el patrimonio original sea devuelto a la basílica.
El 30 de noviembre del año 2000, el conjunto románico de San Clemente de Tahull fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, prueba que evidencia su esplendor.

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