lunes, 18 de marzo de 2013

Basílica de San Pedro del Vaticano - Maryam




Basílica de San Pedro del Vaticano

En plena ciudad del Vaticano encontramos una gran obra arquitectónica que pertenece al renacimiento: la Basílica de San Pedro.
Este movimiento cultural nace en Italia y durante los siglos XV y XVI se extendió por toda Europa Occidental, influyendo directamente en el arte de estas zonas. La idea principal de este movimiento defiende la
arquitectura hecha a la medida del hombre, pero en el caso de esta basílica no es así. Esto es debido a que la realización de San Pedro se da en la segunda etapa renacensitsta, el Cinquecento, periodo en el que se tiende más a la grandiosidad y la monumentalidad. Además, su construcción coincide con el Pleno Renacimiento o Alto Renacimiento, época más madura que comienza a finales del siglo XV.
Finalizarla supuso unos 170 años de trabajo de importantes artistas de la época, todos ellos de estilo Clasicista, y la sucesión de hasta 20 papas para llegar a la basílica que podemos ver en la actualidad.

Hoy en día esta basílica es un edificio religioso, pero inicialmente las basílicas eran utilizadas por los romanos para albergar mercados, lugares de culto, administrar la justicia o incluso para realizar transacciones financieras. Esto cambió en el año 313, cuando el Imperio romano adoptó oficialmente la religión cristiana. Desde entonces la forma basilical fue utilizada para la construcción de templos, que posteriormente adoptaron la planta de cruz griega o la de cruz latina
.
También es curioso saber que el origen de la basílica de San Pedro se remonta al siglo IV, cuando el emperador Constantino ordenó la construcción de una basílica paleocristiana sobre la tumba de San Pedro para protegerla. No fue hasta finales del siglo XV cuando se comenzó su reconstrucción por orden del papa Nicolás V, aunque tres años después éste falleció y las obras fueron interrumpidas. Por ello, pasaron 50 años  hasta que el papa Julio II, en el año 1505, celebró un concurso para elegir el nuevo diseño que tendría San Pedro y que estuviera acorde con la estética renacentista que había surgido.
El primer proyecto lo comenzó el ya destacado arquitecto Donato d'Angelo Bramante, que propuso la planta centralizada típica del Renacimiento. Pretendía construir un edificio de cruz griega cubierto por cinco cúpulas, con la central y de mayor tamaño inspirada en la del Panteón de Agripa.
Sin embargo, además de las grandes críticas de personalidades como Erasmo de Rotterdam o Miguel Ángel por la demolición de la antigua basílica, Bramante falleció en el año 1514 y no pudo continuar su proyecto.

Tuvieron que sucederle otros artistas como Rafael Sanzio, que continuó con su idea, y Antollo de Sangallo el joven, que cambió el diseño optando por la planta de cruz latina.
Sin haber avanzado demasiado en su construcción, este último falleció, y el proyecto se le encargó a Miguel Ángel, otro célebre autor renacentista. Miguel Ángel realizó cambios significativos: retomó la idea de planta de cruz griega de Bramante, introdujo el orden gigante y aportó la gran cúpula que se alza sobre la tumba de San Pedro, siguiendo los principios de Brunelleschi.

Para terminar, el arquitecto Carlo Maderno añadió tres crujías nuevas para volver a la planta de cruz latina y realizó la fachada, siendo así San Pedro concluida y consagrada en el año 1626.
Tendría entonces el aspecto que podemos ver actualmente, con 218m de largo y planta de cruz latina. Ésta está formada por tres naves de 58m cada una: la central de 45’5m de altura y cubierta por una gran bóveda de cañón, la de la epístola, a la derecha, y la del evangelio, a la izquierda.
En el espacio interior que forman encontramos
45 altares y 11 capillas, y rodeando los cuatro pilares que sostienen la cúpula, una girola o deambulatorio de gran tamaño, con numerosos mosaicos, relieves, monumentos y tumbas dedicadas a distintos papas.
Con estas enormes dimensiones, San Pedro se convierte en
el mayor templo cristiano del mundo, pudiendo albergar hasta 20.000 fieles en su interior.

No obstante, la pieza clave de esta basílica es, sin duda, la cúpula que se sitúa en el centro del crucero. Fue empezada  por Miguel Ángel en 1547 hasta alcanzar el tambor, que alterna columnas pareadas sobresalientes con ventanas y tímpanos, y la terminó Maderno en 1614.
Además de tener 41’5m de diámetro, se convierte en la cúpula más alta del mundo alzándose a 136m del suelo, y sostiene su peso sobre cuatro pechinas. En ellas podemos ver mosaicos de cada uno de los evangelistas del mismo autor, Giuseppe Cesari, que los que decoran el resto de la cúpula.
Sobre su base está inscrita la frase: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi iglesia y te daré las llaves del reino de los cielos".
Además, al visitar la basílica también se puede subir a la cúpula para ver las impresionante vistas que ofrece al exterior.

Debajo de ella se sitúa el altar mayor o papal, con el baldaquino de bronce que realizó Bernini. Este arquitecto también se ocupó de la Plaza de San Pedro y su famosa columnata,  situada en el exterior, y  de terminar el edificio con parte de la decoración interior como el monumental relicario que encontramos en el presbiterio.
En cuanto a uno de los últimos elementos construidos de la basílica, encontramos su fachada. Las esculturas de San Pedro y San Pablo se encuentran al frente, y tiene ocho ventanas en la parte superior que aportan luz al interior. La completan trece esculturas, seis campanas y un pórtico que cuenta a su vez con cinco puertas.
 
Cabe destacar que la basílica, además de ser una obra de arte por sí sola, cuenta con importantes obras situadas en su interior, como diversos mosaicos, pinturas, esculturas de papas, santos o emperadores. Entre ellas podemos destacar la estatua de bronce de San Pedro, atribuida a Arnolfo di Cambi, que ya se encontraba en la antigua basílica, La tempestad del lago Tiberíades, más conocido como  La Navicella  de Giotto, o la Piedad de Miguel Ángel. 

Finalmente, el trabajo que realizaron cientos de personas para levantar este edificio dio lugar a una  de las cuatro basílicas mayores con las que cuenta Roma. Se les atribuye este nombre porque en su altar solo puede oficiar el Papa, y forman el conjunto de basílicas patriarcales. También es la principal y más importante iglesia pontificia, donde se celebran la mayoría de las ceremonias papales, y, sin duda, merece la pena ser visitada ya que es una  posibilidad que está al alcance de todos.


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