sábado, 16 de marzo de 2013

El Martirio de San Felipe- José de RIbera

El martirio de San Felipe de José de Ribera

Rubén Garzarán y Carlos Caballero

Ribera nació en Játiva (Valencia) en 1591, fue un artista que realizó obras en España y sobre todo en Italia donde llegó a ser uno de los pintores más importantes del momento. La temática de su obra se puede dividir en tres partes. En primer lugar enfermedades y rarezas, donde destaca la obra de “La mujer barbuda”, en segundo lugar se encuentran las obras de carácter mitológico, que destacan por un carácter realista que los aleja del engrandecimiento de los temas, destaca la obra de “El sileno ebrio”, y hay que resaltar que su gran realismo le hizo representar a sabios de la antigüedad, como es el caso de Aristóteles. Por último también representaba obras de temas religiosos, este tipo de pintura dejó muestra de su profundidad religiosa, destacando sus imágenes de martirios y santos, que destacaban por ser escenas de gran dureza, donde encontramos “el martirio de San Felipe”. En 1615 viajó a Nápoles por primera vez, donde se estableció hasta su muerte. Su vida artística se puede estructurar en 3 etapas, la primera de ellas va desde 1620 hasta 1635, y se caracteriza por estar presente en su obra gran influencia del tenebrismo de Caravaggio, el foco de luz incide de forma diagonal sobre las figuras con un fondo muy oscuro, utiliza una pasta espesa y rugosa con el fin de dar relieve a la obra y aparentar rugosidad en la piel, una obra de esta época es la de “San Andrés”.
La segunda etapa transcurre desde 1635 hasta 1640 y se caracteriza por una disminución del tenebrismo e influencia de las pinturas venecianas, con el predominio de colores más claros y variados, la mayoría sobre fondos azules (análisis del paisaje). La pincelada pasa a ser más suelta que en el periodo anterior, como se ve en la obra que vamos a analizar “El martirio de San Felipe”.
Su tercera etapa transcurrirá desde el 1640 hasta su muerte en 1652, y en ella se podra apreciar una vuelta al tenebrismo aunque con rasgos de su segunda etapa ya que los contrastes entre luz y sombra no son tan fuertes, mantuvo un sentido colorista y una pincelada suelta. A este periodo pertenecen obras como “La comunión de los apóstoles”.


El tema de la obra es el martirio de San Felipe, es un tema religioso católico donde se nos muestra a San Felipe en el momento de su ejecución. En el lienzo se representa a Felipe de Betsaida, uno de los apóstoles de Jesús, según cuentan las sagradas escrituras, Felipe era un seguidor de Juan el Bautista y estaba con el cuando Juan señalo a Jesús como hijo de Dios. Cuando iban a marchar  hacia Galilea, Jesús le dijo a Felipe “sígueme”, este obedeció la llamada y fue el quinto apóstol. Fue martirizado crucificado en Hierápolis, pero atado con cuerdas y no con clavos como a Jesucristo. Ribera representa el cuadro en un momento de sufrimiento contenido como se puede apreciar en el rostro del mártir.

La composición gira en torno a dos diagonales claras; una de ellas está formada por el brazo y el cuerpo del santo que presenta escorzo; la otra está trazada por las figuras que se ven a la derecha y la espalda del sayón que sujeta al santo por los pies.

La sucesión de triángulos formados por las varas de elevación, los brazos del santo y los dos sayones que tiran, dan a la escena el dinamismo y la carga escénica propia de la teatralidad barroca.

Estas formas contrastan con la verticalidad del palo de la cruz. Además se ofrece un oposición entre el esfuerzo que hace el grupo de sayones de la izquierda para subir el cuerpo y el peso del cuerpo del santo, que en actitud mística de abandono total en manos de Dios, pesa hacia la tierra.

El cuadro se completa con unas figuras, a la derecha, que asisten al espectáculo comentando lo que está ocurriendo y otras que se encuentran a nuestra izquierda, y que parecen ausentes. Entre estas figuras se encuentra una mujer con un niño en sus brazos, como un contrapunto tierno a la crueldad del momento.

Los escorzos de algunas figuras son violentos. El fondo con un cielo luminoso azul. El tenebrismo continúa pero menos marcado, como se ve por ejemplo en el rostro del santo.

El modelado del cuerpo es de un gran realismo; está perfectamente hecho; el rostro es realista, podemos suponer que es el de alguna persona cercana al círculo del artista. Hay naturalismo, la crueldad es más manifiesta. Los cuerpos están deformados por el esfuerzo y la tensión.

En cuanto al color, podemos destacar que los colores y la distribución marcaron la angustia previa al martirio, se observa un gran contraste de color entre el rojo de uno de los verdugos y el azul del cielo, aunque predominan colores como el marrón, el verde, el gris y el amarillo en tonalidades oscuras. Se observa que es un cuadro realizado con colores fríos pero se aprecia cálido en el ropaje rojo uno de los verdugos. Por otra parte podemos observar que el autor consiguió dar realismo a diversas calidades táctiles cómo la madera de la cruz, el pelo y la piel de los personajes, las ropas, las cuerdas, y el pañuelo de la mujer que aparece en la esquina inferior izquierda. Ribera realizó esta representación con una clara pincelada suelta, propia de su tercera etapa, a la que pertenece este lienzo. En cuanto a la luz podemos decir que proviene del exterior, es natural, e influye sobretodo en el pecho de San Felipe, se pueden apreciar también rasgos derivados del tenebrismo de Caravaggio en la parte derecha del mártir, también se ven rasgos de las pinturas venecianas en la luminosidad de los rostros de las personas, y un realismo y teatralidad propios del autor valenciano. Por último, este lienzo da al espectador una sensación clara de realismo, emoción y teatralidad, que están presentes en gran parte de las obras de José de Ribera

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