jueves, 14 de marzo de 2013

El entierro del Conde Orgaz - Sara Martínez


El Greco es el sobrenombre  por el que popularmente se conoce a Doménikos Theotokópoulos. Es una deformación de “El Griego”, como se le llamó cuando estuvo en España. El Greco es uno de los autores que mejor supo entender y desarrollar el Manierismo.
El Manierismo cuestionaba los ideales de belleza tal y como hasta entonces se habían entendido en el arte renacentista. El origen de la palabra manierismo es engañosa, hace referencia a la tendencia de algunos autores se segundo orden a efectuar sus obras a “la manera de” los grandes autores del Renacimiento. Sin embargo, hoy en día es considerado algo mucho más amplio y que se extiende hasta los inicios del barroco. La sensibilidad manierista no acepta el equilibrio renacentista y prefiere la tensión, rechaza la línea recta porque gusta más la curva, incluso a veces rehúye de la realidad para plantear otro tipo de soluciones. Existe manierismo arquitectónico, escultórico y pictórico, que juega con los colores y altera las proporciones, un ejemplo es El Juicio Final de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.
Al parecer nació en Creta, aunque la mayor parte de su vida la paso en Toledo, por lo que siempre ha sido considerado un pintor Español. De su infancia y juventud se sabe poco, salvo que antes de viajar a roma, estudió en Venecia con Tiziano, se piensa que fue discípulo suyo, debido a algunas referencias vagas de este. Las causas que le movieron a viajar a España fueron varias, entre ellas destaca el exceso de figuras existentes en Roma y Venecia y el atractivo de trabajar en El Escorial. Tras un breve paso por Madrid se trasladó a Toledo, ciudad en la que se estableció hasta su fallecimiento.
El paso por la España marcó en el una nueva etapa evolutiva, las figuras se fueron alargando y retorciendo, en una perfecta integración en la estética manierista, en alguna de sus obras parece que los personajes no pesen y que flotan en el espacio.
Ya en Toledo, se dedicó a realizar encargos que le hicieron  distintos conventos, iglesias y particulares, entre esos encargos llevó a cabo una de sus obras más importantes, El entierro del Conde de Orgaz.
Esta obra maestra, de gran tamaño (480 x 360) pintada en óleo sobre tela tiene su origen en 1568. Fue pintada para conmemorar el entierro Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, muerto 250 años antes, en realidad no era conde, ya que el condado de Toledo no se dio hasta el siglo XVI. Cuenta la leyenda que en el momento que iba a ser enterrado se produjo un milagro, san Esteban y san Agustín bajaron del cielo para enterrarlos con sus propias manos. El cuadro fue encargado por el párroco de la iglesia de Santo Tomé, esta iglesia toledana a sido su primer y único destino.
Este gran lienzo de temática religiosa esta dividido en dos grandes zonas, por un lado en la parte alta se representa lo celestial y la parte inferior corresponde con la zona terrenal, en la que renuncia a lo escenográfico y la concibe como una exposición del milagroso entierro.
La parte terrenal se caracteriza por una gran sobriedad al representar la Tierra y estar en relación con el tema de la muerte. Encontramos en el centro el cuerpo del noble difunto, revestido con una armadura parcialmente dorada, es recogido por San Agustín obispo y San Esteban. La indumentaria de los dos santos da ocasión al pintor para introducir nuevas pinturas dentro de la pintura. Uno de los rasgos más notables del Greco en esta obra es la hilera de retratos, todos ellos muy cuidados, vemos una serie de personajes de su época. Podemos encontrar su propio autorretrato y en primer plano a un niño, son las únicas figuras que nos miran de frente invitando al espectador a participar en la escena. El niño es el hijo del Greco, Jorge Manuel, aparece señalando al difunto con un dedo, este acto es un recurso muy utilizado en el renacimiento, además sujeta una tea, cuya llama permanente alude al deseo de mantener viva en la memoria este milagro. De su vestimenta asoma un pañuelo en el que podemos observar su nombre y fecha de nacimiento. La parte terrenal y la celestial aparecen enlazadas por el crucifijo que lleva el párroco de la iglesia y por un ángel que toma el alma del conde y lo transporta hacia la zona celestial.
Esta parte celestial, esta dominada por Cristo, vestido de blanco y acompañado de la Virgen María y  San Juan Bautista, vemos como señala hacia San Pedro con la mano derecha, indicándole que ha de abrir las puertas del cielo para esta alma que sube, todas las figuras representadas en esta zona superior, entre ellas David, Moisés y Noé miran expectantes como va a juzgar Cristo al alma del difunto.
En cuanto al espacio y la perspectiva hay una falta de estudio en ellos, es otra característica manierista típica de El Greco, y aumenta la artificiosidad de su pintura. Aparte de la división que hace entre la zona celestial y la terrenal, existe  un eje vertical que partiendo de Jesús y a través del ángel llega al señor de Orgaz, y que compartimenta el espacio en cuatro zonas. A su vez, en la zona superior y en torno al eje de simetría, se forma un rombo encuadrado por las figuras de Jesús, la Virgen, San Juan y el ángel.
  En el apartado cromático, existe un evidente predominio del negro y los tonos fríos. Los colores obscuros y ocres que predominan en la escena nos hablan de una probable tristeza o situación depresiva del momento, aunque, por otro lado, se puede pensar que son los tonos propios de la época. Encontramos un predominio de los colores primarios, azul y rojo en la vestimenta de la Virgen, (rojo por ser copartícipe de la Pasión de Cristo y azul como color de la esperanza del cielo); por último el amarillo, que se aprecia claramente en la obra en las vestimentas de San Agustín, San Esteban y el párroco de Santo Tomás al igual que e algunas figuras de la parte celestial como el ángel y San Pedro. El predominio del color sobre la línea alcanzará su máxima importancia en la representación del alma del difunto, en donde ésta queda resumida en unas pincelada de color en donde ha desaparecido totalmente la línea.
La luz que se observa en la obra es de apariencia artificial, este recurso esta tomado de toda la tradición manierista en general y no de un pintor en concreto. Podemos observar como en la parte terrenal parecen el cuerpo del señor Orgaz y los santos más iluminados que el resto, así como las caras de los personajes representados. La parte celestial tiene una luz diáfana que no emana de una fuente en concreto. La iluminación de la obra no pertenece a la observación natural, si hubiese sido así las antorchas que portan algunos individuos hubiesen modificado la luminosidad del cuadro, creando unos contrastes entre luces y sombras. El Greco por tanto utiliza este recurso de una forma artificial que inquieta al espectador y le hace atraer la mirada hacia unas escenas determinadas.
Entre las características del manierismo que podemos observar en esta obra destaca también un cierto “Horro vacui” (se trata de llenar todo el espacio pictórico). Ejemplo de ello lo podemos ver sobre todo en la parte celestial, en donde aparecen un sinfín de personajes que llenan por completo la escena.
Otro valor a destacar es el movimiento, El Greco logra establecer un equilibrio complejo. El grupo central parece estar moviéndose con las figuras de los dos santos que, al sostener el cuerpo del difunto, se inclinan hacia él. Sin embargo, el friso de los caballeros y los sacerdotes es, por el contrario, estático. En la zona alta se aprecia mucho más movimiento y dinamismo, conseguido fundamentalmente a través de las agitadas nubes y de las contorsiones de las figuras que sirven para acentuar el efecto.
Curiosidades
No son pocos los que se han atrevido a catalogar este cuadro como la obra cumbre del Greco.  El Greco es una de las figuras máximas de la historia de la pintura, aunque su genialidad no fue reconocida hasta la publicación del estudio del Cossío sobre su obra y personalidad. Hay diversas teorías sobre el, entre ellas cabe destacar que algunos historiadores pensaban que pintaba formas alargadas como podemos observar en la zona celestial porque era astigmático, aunque en realidad lo hacía porque eran espirituales; otros pensaban que utilizaba locos del manicomio de Toledo como modelo para sus apóstoles. 

Cuando la obra fue entregada, los encargantes se resistieron a pagar los 1200 ducados que prometieron y después de una serie de pleitos y tras recibir la suma convenida, el Greco dejó escrito:
"La cantidad del pago está por debajo del valor de mi obra, como cierto es que mi nombre (...) pasará a la posteridad como el de uno de los más grandes genios de la pintura española

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