El Greco es
el sobrenombre por el que popularmente
se conoce a Doménikos Theotokópoulos. Es una deformación de “El Griego”, como se le llamó cuando
estuvo en España. El Greco es uno de los autores que mejor supo entender y
desarrollar el Manierismo.
El Manierismo
cuestionaba los ideales de belleza tal y como hasta entonces se habían
entendido en el arte renacentista. El origen de la palabra manierismo es
engañosa, hace referencia a la tendencia de algunos autores se segundo orden a
efectuar sus obras a “la manera de” los grandes autores del Renacimiento. Sin
embargo, hoy en día es considerado algo mucho más amplio y que se extiende
hasta los inicios del barroco. La sensibilidad manierista no acepta el equilibrio
renacentista y prefiere la tensión, rechaza la línea recta porque gusta más la
curva, incluso a veces rehúye de la realidad para plantear otro tipo de
soluciones. Existe manierismo arquitectónico, escultórico y pictórico, que
juega con los colores y altera las proporciones, un ejemplo es El Juicio Final
de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.
Al parecer
nació en Creta, aunque la mayor parte de su vida la paso en Toledo, por lo que
siempre ha sido considerado un pintor Español. De su infancia y juventud se
sabe poco, salvo que antes de viajar a roma, estudió en Venecia con Tiziano, se
piensa que fue discípulo suyo, debido a algunas referencias vagas de este. Las
causas que le movieron a viajar a España fueron varias, entre ellas destaca el
exceso de figuras existentes en Roma y Venecia y el atractivo de trabajar en El
Escorial. Tras un breve paso por Madrid se trasladó a Toledo, ciudad en la que
se estableció hasta su fallecimiento.
El paso por
la España marcó en el una nueva etapa evolutiva, las figuras se fueron
alargando y retorciendo, en una perfecta integración en la estética manierista,
en alguna de sus obras parece que los personajes no pesen y que flotan en el
espacio.
Ya en
Toledo, se dedicó a realizar encargos que
le hicieron distintos conventos,
iglesias y particulares, entre esos encargos llevó a cabo una de sus obras más
importantes, El entierro del Conde de
Orgaz.
Esta obra
maestra, de gran tamaño (480 x 360) pintada en óleo sobre tela tiene su origen en 1568. Fue pintada para
conmemorar el entierro Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, muerto 250 años
antes, en realidad no era conde, ya que el condado de Toledo no se dio hasta el
siglo XVI. Cuenta la leyenda que en el momento que iba a ser enterrado se produjo
un milagro, san Esteban y san Agustín bajaron del cielo para enterrarlos con
sus propias manos. El cuadro fue encargado por el párroco de la iglesia de
Santo Tomé, esta iglesia toledana a sido su primer y único destino.
Este gran
lienzo de temática religiosa esta dividido en dos grandes zonas, por un lado en
la parte alta se representa lo celestial y la parte inferior corresponde con la
zona terrenal, en la que renuncia a lo escenográfico y la concibe como una
exposición del milagroso entierro.
La parte terrenal se caracteriza por una gran sobriedad
al representar la Tierra y estar en relación con el tema de la muerte. Encontramos
en el centro el cuerpo del noble difunto, revestido con una armadura
parcialmente dorada, es recogido por San Agustín obispo y San Esteban. La
indumentaria de los dos santos da ocasión al pintor para introducir nuevas
pinturas dentro de la pintura. Uno de los rasgos más notables del Greco en esta
obra es la hilera de retratos, todos ellos muy cuidados, vemos una serie de
personajes de su época. Podemos encontrar su propio autorretrato y en primer
plano a un niño, son las únicas figuras que nos miran de frente invitando al
espectador a participar en la escena. El niño es el hijo del Greco, Jorge
Manuel, aparece señalando al difunto con un dedo, este acto es un recurso muy
utilizado en el renacimiento, además sujeta una tea, cuya llama permanente
alude al deseo de mantener viva en la memoria este milagro. De su vestimenta
asoma un pañuelo en el que podemos observar su nombre y fecha de nacimiento. La
parte terrenal y la celestial aparecen enlazadas por el crucifijo que lleva el
párroco de la iglesia y por un ángel que toma el alma del conde y lo transporta
hacia la zona celestial.
Esta parte celestial, esta dominada por
Cristo, vestido de blanco y acompañado de la Virgen María y San Juan Bautista, vemos como señala hacia
San Pedro con la mano derecha, indicándole que ha de abrir las puertas del
cielo para esta alma que sube, todas las figuras representadas en esta zona
superior, entre ellas David, Moisés y Noé miran expectantes como va a juzgar
Cristo al alma del difunto.
En cuanto al
espacio y la perspectiva hay una falta de estudio en ellos, es otra
característica manierista típica de El Greco, y aumenta la artificiosidad de su
pintura. Aparte de la división que hace entre la zona celestial y la
terrenal, existe un eje vertical que
partiendo de Jesús y a través del ángel llega al señor de Orgaz, y que
compartimenta el espacio en cuatro zonas. A su vez, en la zona superior y en torno
al eje de simetría, se forma un rombo encuadrado por las figuras de Jesús, la
Virgen, San Juan y el ángel.
En el apartado
cromático, existe un evidente predominio del negro y los tonos fríos. Los colores obscuros y ocres que
predominan en la escena nos hablan de una probable tristeza o situación
depresiva del momento, aunque, por otro lado, se puede pensar que son los tonos
propios de la época. Encontramos un predominio de los colores primarios,
azul y rojo en la vestimenta de la Virgen, (rojo por ser copartícipe de la
Pasión de Cristo y azul como color de la esperanza del cielo); por último el
amarillo, que se aprecia claramente en la obra en las vestimentas de San
Agustín, San Esteban y el párroco de Santo Tomás al igual que e algunas figuras
de la parte celestial como el ángel y San Pedro. El predominio del color sobre
la línea alcanzará su máxima importancia en la representación del alma del
difunto, en donde ésta queda resumida en unas pincelada de color en donde ha
desaparecido totalmente la línea.
La luz que
se observa en la obra es de apariencia artificial, este recurso esta tomado de
toda la tradición manierista en general y no de un pintor en concreto. Podemos
observar como en la parte terrenal parecen el cuerpo del señor Orgaz y los
santos más iluminados que el resto, así como las caras de los personajes
representados. La parte celestial tiene una luz diáfana que no emana de una
fuente en concreto. La iluminación de la obra no pertenece a la observación
natural, si hubiese sido así las antorchas que portan algunos individuos
hubiesen modificado la luminosidad del cuadro, creando unos contrastes entre
luces y sombras. El Greco por tanto utiliza este recurso de una forma
artificial que inquieta al espectador y le hace atraer la mirada hacia unas escenas
determinadas.
Entre las
características del manierismo que podemos observar en esta obra destaca
también un cierto “Horro vacui” (se trata de llenar todo el espacio pictórico).
Ejemplo de ello lo podemos ver sobre todo en la parte celestial, en donde
aparecen un sinfín de personajes que llenan por completo la escena.
Otro valor a
destacar es el movimiento, El Greco logra establecer un equilibrio complejo. El
grupo central parece estar moviéndose con las figuras de los dos santos que, al
sostener el cuerpo del difunto, se inclinan hacia él. Sin embargo, el friso de
los caballeros y los sacerdotes es, por el contrario, estático. En la zona alta
se aprecia mucho más movimiento y dinamismo, conseguido fundamentalmente a
través de las agitadas nubes y de las contorsiones de las figuras que sirven
para acentuar el efecto.
Curiosidades
No son pocos
los que se han atrevido a catalogar este cuadro como la obra cumbre del
Greco. El Greco es una de las figuras
máximas de la historia de la pintura, aunque su genialidad no fue reconocida
hasta la publicación del estudio del Cossío sobre su obra y personalidad. Hay
diversas teorías sobre el, entre ellas cabe destacar que algunos historiadores
pensaban que pintaba formas alargadas como podemos observar en la zona celestial
porque era astigmático, aunque en realidad lo hacía porque eran espirituales;
otros pensaban que utilizaba locos del manicomio de Toledo como modelo para sus
apóstoles.
Cuando la obra fue entregada, los
encargantes se resistieron a pagar los 1200 ducados que prometieron y después
de una serie de pleitos y tras recibir la suma convenida, el Greco dejó
escrito:
"La cantidad del pago está por debajo del valor
de mi obra, como cierto es que mi nombre (...) pasará a la posteridad como el
de uno de los más grandes genios de la pintura española
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