jueves, 14 de marzo de 2013

Las Meninas - Belén y Sara


LAS MENINAS DE VELÁZQUEZ
La obra tiene el título de LAS MENINAS de Velázquez. Es la obra más importante del pintor, en la que nos presenta a la familia de Felipe IV hacia 1656, en su tercera etapa madrileña. En el periodo Barroco español.
A Velázquez hay que incluirlo en la pintura Barroca española, en la que la influencia italiana, naturalista y tenebrista, de la primera mitad del siglo es sustituida por un predominio de lo flamenco, dinámico y colorista, con un gran sentimiento de belleza y riqueza que contrasta con la realidad; precisamente lo decorativo y colorista debe disimular la fragilidad de la estructura económica del país y aparente riqueza.
En el contexto histórico de su época, Velázquez era un privilegiado, ya que contó con el favor real y pudo hacer otro tipo de composiciones, tales como históricas o mitológicas y además pudo trabajar sin prisa los encargos y reflexionar sobre la vida y las actitudes de los españoles.
Esta pintura es un retrato de grupo, hecha en óleo sobre lienzo y pintura mueble, de dimensiones 310 x 276 cm.
El tema del cuadro parece trivial. En él observamos a la infanta y sus damas de compañía (meninas en portugués). Este tipo de cuadros eran muy frecuentes ya que se habían puesto de moda en Holanda
Por otra parte también es un retrato real y político. Nos presenta a la familia de Felipe IV, de ahí su primer nombre La familia de Felipe IV, más tarde se llamaría El cuadro  de la familia, aunque finalmente el director del Prado, Madrazo, decidió ponerle el nombre popularmente conocido con LAS MENINAS.
Según cuenta la leyenda, la escena tiene lugar en el taller del pintor en el Alcázar viejo de Madrid, que quedó destruido en el incendio de 1734 porque su despacho era muy amplio y alto, al igual que en el cuadro. Esta pintura fue colocada por el propio rey Felipe IV en su despacho de verano, es decir, en sus estancias privadas. Las figuras al ser de tamaño natural no deberían impactar solo al monarca, sino a aquellos privilegiados que accedieran a la intimidad real.
La composición de esta obra es enormemente compleja, en aquella época, Velázquez presumía de su relación con el monarca, así que decidió autorretratarse. No obstante el resto de las figuras se suceden en tres planos distintos. 
En primer plano, de izquierda a derecha vemos a María Agustina Sarmiento que está haciendo una reverencia y ofreciendo en una bandeja plateada un jarrito o búcaro rojo a la infanta Margarita de Austria que se encuentra en el centro de la composición y resulta ser una deliciosa y encantadora niña de cinco años de edad. Margarita acepta con su mano el jarrito y nos observa con su inocente mirada infantil. Un poco más a la derecha vemos a otra menina, Isabel de Velasco, que también muestra sus respetos mediante una suave reverencia. La siguiente es Maribárbola, enana macrocéfala de origen alemán, que también nos mira y, finalizando este plano, Nicolasillo Pertusato, que parece un niño pero también era un enano, bastante travieso, pues ya que aparece dándole una patada a un gran mastín tumbado en el suelo.
En el segundo plano, a la izquierda, está el pintor Velázquez sujetando un pincel en la mano derecha y la paleta con los demás pinceles en la izquierda. Hay 2 teorías no constatadas sobre lo que está pintando, por una parte se piensa que está inspirando para pintar a los reyes que aparecen reflejados en el espejo en último plano,  y por otra, pinta al espectador ya que su mirada se refleja en nosotros, aunque la teoría considerada prácticamente verdadera consiste en que Velázquez quiere jugar con el espectador y crear incertidumbre sobre lo que está pintando. Velázquez se ha representado a sí mismo muy elegante y como de cuarenta años cuando ya rondaba los cincuenta y siete. En este cuadro, observamos a Velázquez son la cruz de Santiago, la recibió en 1659. Esto es muy importante, ya que la leyenda dice que fue el propio rey Felipe IV quien le dijo que la pintara en el cuadro para agradecerle su apoyo y trabajo para él. Delante de él está la parte posterior del lienzo sobre un caballete.
A la  derecha y, también en un segundo plano, vemos dos personajes: la dama Marcela Ulloa, “guarda menor de damas” y un caballero sin identificar que sería un sirviente de la corte y que tiene las manos juntas mientras escucha la conversación de la dama. Para marcar la distancia y el espacio, Velázquez los sitúa a ambos en penumbra.
En un último plano, se aprecia una puerta de madera con cuarterones que se abre a una estancia posterior muy iluminada y José Nieto Velázquez, quién probablemente fuera de la familia del pintor, aposentador de la corte, está en las escaleras, no sabemos si viene o se va. Lleva un sombrero en la mano y viste una elegante capa negra.
Colgado en la pared hay un espejo, dónde el rey y la reina aparecen representados con un cortinaje rojo.  Este detalle es importante en Velázquez. Se puede apreciar también en su Venus del espejo. Probablemente las meninas han estado influenciadas por la tela de Van Eyck con El matrimonio Arnolfini. Cuando Velázquez está pintando Las Meninas, el cuadro de Van Eyck formaba parte de la colección de palacio de Felipe IV y Velázquez sin duda conocía muy bien esta obra. El matrimonio Arnolfini de manera similar, presenta un espejo en la parte posterior de la escena pictórica que refleja 2 personajes de cara y una pareja de espalda.
Por otro lado, al fondo de la pared, hay grandes cuadros (identificados en la actualidad)
Existen ventanas en la pared derecha y están alternativamente abiertas y cerradas lo que nos acentúa la sensación de profundidad y de atmósfera real. El gran tamaño de las figuras, casi natural, subraya aún más su presencia en un espacio muy creíble.
En este cuadro podemos apreciar cómo ha evolucionado la técnica de Velázquez a lo largo de su carrera artística, cómo ha conseguido una iluminación enormemente natural, un aire casi respirable y una perspectiva increíble. Esa circulación atmosférica es lo que ha venido en llamarse Perspectiva aérea, en la que Velázquez es un maestro único.
El dominio de la perspectiva en Las Meninas es magistral; de la lineal con esas ventanas, que ya Palomino nos dice "que se ven en disminución, que hacen parecer grande la distancia"; con el suelo de la habitación "con tal perspectiva que parece se puede caminar sobre él, y en el techo se descubre la misma cantidad"; y con la aérea, con el color y la luz, con «"a degradación de cantidad y luz", con esa alternancia de planos lumínicos entre el primer plano, el plano medio en penumbra y la puerta de atrás iluminada.
No menos brillante es la construcción de un espacio real y mensurable conseguido mediante la perspectiva lineal: las ventanas hacen que la estancia parezca de grandes dimensiones y el suelo de la habitación logra la perspectiva que parece que se pueda caminar por él. Como los invita a hacer la figura del aposentador en cuyos pies se encuentra el punto de fuga.
La perspectiva aérea alcanza su máximo esplendor conseguido con luz y color.
La gama cromática empleada por Velázquez en esta obra es limitada y contenida, predominan los colores oscuros como los grises y los ocres, asi como las tonalidades plateadas de los vestidos, no obstante, aplica colores primarios-fuertes como el rojo fuego en pequeños detalles de la vestimenta de las niñas como lacitos, pasadores de pelo, la cruz de Santiago y adornos florales. De este modo rompe la monotonía de colores y atrae nuestra atención. La calidad de representación de las sedas brillantes con grises y blancos muy luminosos resultan de una belleza deslumbrante mediante la pincelada suelta.
Gracias a esta pincelada consigue una gran calidad textural, ya que tan solo con un pincel y color, Velázquez dibuja perfectamente madera, pelo humano, telas, pelo del perro…
La paleta del autor  se llena de colores cálidos y se constata una vez más la influencia de Ticiano y Rubens en ella. La pincelada es suelta y estirada, acrecentándose este aspecto cuanto más se aleja el espacio pictórico del espectador. Así mismo podemos apreciar el esmerado cuidado en los detalles que Velázquez utiliza cuando su obra se trata de un retrato.
La luz en este cuadro es de tal intensidad que hace brillar la escalera, la puerta y la persona de José Nieto. Por otro lado, se produce un juego de luz haciéndola invadir sobre los personajes  de primer plano y sumergiendo a los que se alejan de la penumbra.
Por otro lado, Velázquez hace un juego entre luces y sombras que se puede apreciar en el cuerpo de Margarita al parecer que flota en el aire
Se forma una atmósfera que envuelve y aleja a todos los objetos que van debilitándose de tono al irse alejando. Su audacia le permite crear en el centro de la composición un agujero de luz tan viva que hace brillar la puerta, la escalera y la persona con una verdad que hace dudar si es una cosa pintada o si es la naturaleza misma la que se está mirando.


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